lunes, 20 de julio de 2009

DEL DESEO A LA FRUSTRACIÓN

¿Será posible que la tecnología nos permita cambiar la situación que vive Danielito?
¿Cuántos Danielitos habrá en nuestro pais?
¿Será un apoyo la tecnología para brindarle a Danielito, las herramientas necesarias y que él pueda llevar a cabo sus sueños?

Veamos la situación.

Danielito ingresa hoy a la institución educativa del barrio, es su primera vez, está emocionado, tiene tantos deseos de aprender tantas cosas que le ha dicho su mamá, que no puede estar tranquilo.

-Hoy es mi primer día,- piensa, - voy a aprender a dibujar todos esos árboles del bosque de caperucita, podré dibujar el lobo feroz, le quitaré las garras, le achicare la boca para que nunca más se pueda volver a comerse a la abuelita.-

Esa viejita que el se imagina como a su abuelita, con cara bondadosa, llena de arrugas, su cabeza casi blanca, con gafas, que lo mima y lo consiente todo el tiempo.

Llega al patio, es grande, lleno de salones por todo lados, con sus puertas grises, y hablando consigo mismo se dice – Debían ser como los confites llenos de colores para querer abrirlos,- pero no. Son grises.

De pronto oye una voz, fuerte, seca, imperativa, que le habla allá, lejos, desde la parte más alta del colegio, sube sus ojitos llenos de ansiedad y su mirada se estrella con otra adusta, ve un rostro serio, una cara desconocida que desde ese punto le dice. -¡ Haga la fila niño!, - Mire como se organizan sus compañeros, haga lo mismo- el aterrorizado se pregunta ¿Qué es lo mismo?, ¿qué es lo que están haciendo? Hablando?, riéndose? ¿Qué? ¿qué?, mira a lado y lado, no sabe a donde pararse, ¿Fila?, ¿qué es fila?. Dios tantas cosas diferentes en tan poco tiempo.

Siente una mano grande, fría que toma la suya, lo conduce a donde se encuentran otros pequeños como el y otra voz, desconocida también, le dice – Te quedas ahí, quieto y esperas a que te llamen-.

Pasa el tiempo escucha su nombre, mueve su cabeza a todos lados observa que alguien le hace una seña que el entiende, la sigue, llega con otros niños a un salón, entran. Quiere sentarse, mira todo el lugar, ve muchos asientos, mesas sigue recorriendo el espacio con sus ojos inquietos, como buscando algo, hasta que al fin lo encuentra. ¡ahí está, es la silla amarilla de su casa!, claro su mamá debió llevarla para que el se sentara, corre hacia ella para hacerlo, pero otra vez la voz que le dice ¡No! Espérate, quédate quieto. Asustado por el tono de voz que le dió la orden, así lo hace, espera pacientemente, hasta que le indican donde sentarse.

Como es alto para su edad, aunque él no lo sabe, le toca atrás, junto a la pared, lejos de su asiento amarillo que mamá le había llevado para el, pero que otra persona estaba usando, pero no dice nada, no hace nada, teme que le vuelvan a gritar ¡No!, aunque quiere hablar porque desde que llegó no ha dicho nada, no ha abierto su boquita. Está más asustado que al llegar, hay niños llorando, no sabe por qué. Tiene ganas de hacer pipi, pero mira todo el salón, no ve el baño, piensa ¿Y ahora que voy a hacer? Si me hago pipi en la ropa mi mamá se va a sentir muy triste. Mi mamá. Dónde esta? Por que me dejó solo?, quiero que me ayude. A dónde se fue?. Se le llenan los ojitos de lágrimas, su mirada ya no es de ansiedad, es de frustración, se sienta también a llorar, sigue pensando. – Claro es que todos queremos ir al baño pero a dónde está?, la profesora dijo - Se quedan ahí. ¿Y ahora qué?.

Pero pudo más el hábito de ir al baño que el miedo y por fin se decidió, despegó sus labios para decir – Profesora tengo que hacer pipi, a dónde voy?

La profesora se levanta de su escritorio, le indica con voz amorosa a donde dirigirse.

Al regreso duda. Esto no era lo que esperaba. El quería dibujar los árboles y hasta ahora no había recibido sino órdenes, pero su mamá no esta, no puede llegar solo a casa, ni modo hay que regresar al salón, se dirige a el pero ¿cuál era? Otra vez las puertas todas grises, se aventura a asomar su cabecita por una de ellas, no reconoce nada, saca la cabeza, llega hasta otra , se asoma nuevamente, ve a la profesora, dice para sí – este si es- entra pasito, tratando de no hacer ruido, vuelve a sentarse.

Está ansioso nuevamente, pero más tranquilo, la salida al baño lo había relajado, quiere empezar a dibujar los árboles, quiere hacer tareas como su hermano mayor y por fin llega la orden, -todos al tiempo saquen el cuaderno y el lápiz , dibujen lo que YO les voy a dibujar en el tablero.

Otra vez, la frustración, el quiere hacer árboles y la profesora empieza a hacer bolitas, rayitas y puentecitos, pero recuerda que su mamá le había dicho – Debes hacer lo que la profesora te diga-, entonces no hay nada más que decir, a hacer bolitas, rayitas y puentecitos, con la esperanza de hacer los arbolitos más tarde, se termina la jornada, después de hacer cosas y cosas, todas orientadas por la profesora, que nunca le preguntó si quería dibujar arbolitos.
Royita